Sr. Director Diario La Tercera:
Por medio de la presente manifiesto, desde mi calidad de Coordinador del Programa de DDHH del Departamento de Psicología de la Universidad Católica del Maule, mi público rechazo al tenor del reportaje efectuado por el Diario La Tercera relativo a la posibilidad de convertir Colonia Dignidad en un sitio de memoria, reportaje titulado "La otra batalla de la ex Colonia Dignidad", aparecido el día domingo 29/11/2015. La nota de prensa es tendenciosa y hace una clara apología a la amnesia social, ubicando en condición de eventuales "victimarios" a quienes demandan que Colonia Dignidad sea convertida en un sitio de memoria "...justo cuando la nueva generación de ex colonos a cargo de la administración del holding busca ordenar las finanzas, vender activos y emprender nuevos negocios para seguir adelante, lejos de los fantasmas del pasado", según se señala en el reportaje.
La experiencia internacional ha demostrado que tras episodios de violencia, y especialmente cuando ésta ha sido ejercida por el Estado contra una parte de la sociedad a través de una política de terrorismo, deben elaborarse estrategias de reparación del daño ocasionado a las víctimas directas e indirectas, no sólo en su reconocimiento en cuanto tales, sino más importante aún poniendo a disposición de la sociedad en su conjunto la información necesaria que le permita enfrentarse a los crímenes que el Estado cometió en nombre de todos los ciudadanos. Una sociedad sin memoria es una sociedad sin posibilidad de edificación de futuro.
Los ex centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, como lo es Colonia Dignidad, más allá de los cambios de nombre, fachada y giro, son valorados como sitios de memoria y tienen la función social de enfrentar el pasado de una manera directa e inequívoca, debiendo todos ellos, cautelar el mensaje ético que anima su acción en el presente: la inadmisibilidad de violaciones a los derechos humanos sin importar sus circunstancias, y la convicción de que este compromiso ético contribuirá a cautelar la integridad de la sociedad toda.
Se trata de lugares donde la memoria colectiva cristaliza y se refugia, guardando un momento particular de la historia como si esta no hubiera sido modificada por el paso del tiempo. En ellos no sólo se recuerda, sino también se activa y actualiza la memoria para depositar capas sucesivas de sedimentos memoriales. Es a partir de esta acción humana específica, y reiterada a través de una práctica ritualizada, que estos espacios se convierten en vehículos para la memoria, pues en ellos la memoria adquiere materialidad. Y es esta misma materialidad la que hace de soporte del trabajo subjetivo y de acción colectiva, política y simbólica. Son lugares donde recrear nuestras memorias y por tanto de producción de subjetividades en una sociedad viva, en la cual la cuestión de los DDHH está siempre en tensión.
Cabe señalar la violencia simbólica que ha de representar para la sociedad chilena en general y para las víctimas y sobrevivientes en particular la existencia de un centro turístico de impostada estética germana y público festejo cervecero como reconversión de un enclave de colonos alemanes, inspirados en la ideología nazi, donde hubo tal nivel de horror e ilegalidad, en una clara posición negacionista de su rol nefasto en la historia de Chile durante 50 años, durante los cuales se convirtieron en un estado dentro de otro estado, con la particular complicidad de representantes de la dictadura cívico-militar chilena entre los años 1973-1990. Eso es deshonrar las memorias de quienes transitaron por esos oscuros lugares, perpetuando la violencia y el abuso.
Por último, cabe señalar que el lugar de las agrupaciones de familiares y sobrevivientes no pueden ser puestas en ese lugar de exclusión en que durante tanto tiempo han sido ubicadas, como vestigios de un pasado al que no se quiere mirar, como obstáculos para la superación del trauma o depositarios de una especie de rencor irracional y ciego. Son estos actores de memoria, agentes de una de las pocas posibilidades que tenemos para construir una sociedad sana, donde la cultura de la muerte sea reemplazada por una cultura de respeto y promoción de los derechos de cada hombre y cada mujer de esta tierra, una cultura que honre la vida.
Cordialmente,
Harún Oda G.
Psicólogo
Mag. Antropología y Desarrollo
Diplomado en DDHH y Pedagogía de la Memoria
Académico Depto. Psicología UCM
Coordinador Programa de DDHH